Misael Sánchez
En el marco de un programa estatal de recuperación de espacios públicos, se ha impulsado la rehabilitación de canchas deportivas en zonas de alta incidencia delictiva en Oaxaca.
Con una visión centrada en la atención a las causas estructurales de la violencia y la inseguridad, este esfuerzo ha involucrado a las comunidades locales a través de tequios, una práctica ancestral que fomenta la participación colectiva y la cohesión social.
Desde su inicio en febrero, este programa ha permitido la recuperación de 28 canchas deportivas en distintas regiones del estado.
Estas intervenciones buscan, en primera instancia, regenerar espacios que han caído en el abandono y transformarlos en áreas adecuadas para la actividad física y el encuentro familiar.
Las canchas, en muchos casos, habían sido apropiadas para fines que nada tienen que ver con su uso original, generando desconfianza y alejando a las familias.
El objetivo principal es devolver estos espacios a la ciudadanía, promoviendo el deporte y la cultura, para generar una nueva dinámica social.
La colaboración vecinal ha sido clave en este proceso. Los comités de vecinos, en coordinación con las autoridades, identifican los espacios a intervenir y, a través del tequio, logran no solo la recuperación física de las áreas, sino también el refuerzo de los lazos comunitarios.
El tequio, más que un simple acto de trabajo colectivo ha demostrado ser un mecanismo sostenible de apropiación de espacios públicos. Aquellos que participan en la rehabilitación se comprometen a cuidar los espacios a largo plazo, lo que garantiza su preservación y uso adecuado. Además, este proceso fortalece el sentido de pertenencia y responsabilidad de la comunidad.
La cohesión social emerge como uno de los beneficios más importantes. Al ofrecer lugares dignos y seguros, donde las familias pueden reunirse y los jóvenes encontrar alternativas de esparcimiento, se disminuye el riesgo de que los espacios caigan nuevamente en el abandono. La presencia de actividades deportivas y culturales, organizadas en colaboración con diversas instituciones, complementa la apropiación de las canchas, promoviendo un uso activo y comunitario.
A largo plazo, el programa busca impactar directamente en la reducción de la delincuencia, bajo la premisa de que el deporte y la convivencia son herramientas clave para evitar que los jóvenes sean captados por actividades delictivas. Con una meta de rehabilitar 50 canchas hacia finales de año, el programa no solo está cambiando el paisaje urbano, sino también las dinámicas sociales en barrios donde antes reinaba el abandono.
Este esfuerzo, enmarcado dentro del eje de seguridad del gobierno estatal, ha demostrado que la cooperación interinstitucional y la participación ciudadana son esenciales para la transformación social. Las canchas no solo vuelven a ser espacios deportivos, sino también escenarios de una nueva narrativa comunitaria, donde el deporte, la cultura y la cohesión social se entrelazan para construir un futuro más seguro y próspero.
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