«Lamento que hoy no estén todos los que tendrían que estar». El presidente argentino, Alberto Fernández, ha asegurado al llegar a la IX Cumbre de las Américas que su objetivo es construir puentes entre los países enfrentados. Al parecer, esa parte de su discurso se le ha quedado en algún rincón de la Casa Rosada en Buenos Aires, porque en Los Ángeles sobre todo se convirtió en la «voz» de Nicolás Maduro, tal y como el líder revolucionario le había reclamado en días pasados.
«Definitivamente hubiésemos querido otra cumbre, el silencio de los ausentes nos interpela», ha adelantado el dirigente peronista antes de precisar sus regaños a pocos metros del anfitrión, Joe Biden: el «bloqueo» contra Cuba y Venezuela, el «golpe de Estado» del «gendarme» de la Organización de Estados Americanos (OEA) contra Bolivia, la imposición de un director estadounidense en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ningún reproche a las violaciones de derechos humanos y las enormes carencias democráticas de Venezuela, Cuba y Nicaragua, pese a que Fernández subrayó que «vengo de un país humanista, donde consagramos el valor de los derechos humanos como el corazón de nuestra identidad».
Más allá de las frases poéticas y de la propaganda revolucionaria de sus aliados, Fernández ha facilitado el envalentonamiento de las tres revoluciones en los últimos días, no solo con el viaje exprés de Maduro a Argelia e Irán, en donde ha aterrizado este viernes, sino también con el decreto presidencial de Daniel Ortega que autoriza el ingreso de militares rusos a Nicaragua. Adiestramiento, operaciones y rescates se contemplan en el acuerdo, que privilegia a Moscú frente a otros países que también han sido autorizados, como Cuba, Venezuela o el propio EEUU.
Populistas y dictadores de América Latina abrazan al oso ruso
Desde el aparato de propaganda del Kremlin se ha festejado de tal forma este anuncio que una de sus presentadoras ha afirmado que «es hora de que Rusia despliegue algo poderoso más cerca de una ciudad estadounidense».
La iniciativa sandinista no solo ha sido criticada por opositores y activistas, también Rodrigo Chaves, presidente de la vecina Costa Rica, presente en la Cumbre, ha reaccionado ante la presencia militar rusa: «Tenemos preocupaciones serias con Nicaragua. Nosotros no tenemos ejército desde 1949. Nos sentimos preocupados y con mucha razón».
Desde Teherán, Maduro, sabedor de que se encuentra bajo los focos por su viaje previo a Argel, no ha perdido la oportunidad de volver a percutir en defensa de «los pueblos» de Nicaragua, Cuba y Venezuela. «Nuestra voz retumba en Los Ángeles para decir ¡basta ya! El camino es la unión y la autodeterminación», ha destacado el «hijo de Chávez».
Fernández ha aprovechado su intervención en la primera sesión del pleno para extender a Biden la invitación a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), tal y como ha solicitado Maduro. Las tres revoluciones y sus aliados continentales intentan resucitar el organismo creado por Chávez y Lula da Silva hace una década para recuperar viejas glorias hegemónicas y sitiar a la OEA.
La Cumbre de las Américas: escenario de encuentros y ‘desencuentros’ en la región
«Fernández, como el canciller mexicano Marcelo Ebrard, operaron como portavoces de las autocracias excluidas de la Cumbre y también intentaron redefinir el orden latinoamericano. A diferencia del presidente chileno, Gabriel Boric, quien apoyó la idea de llevar a las autocracias a la reunión sin dejar de denunciar las violaciones de derechos humanos, Fernández y Ebrard privilegiaron una visión estadocéntrica de la soberanía que niega la soberanía popular. Además, quieren retrotraer el orden latinoamericano al existente antes de la Carta Interamericana», ha ponderado para EL MUNDO el historiador Armando Chaguaceda.
«El gobierno de Biden, con desaciertos, ha tratado de rescatar el multilateralismo e integrar América Latina en un momento de grandes retos globales. La postura de estos países no hace otra cosa que reforzar el latinoamericanismo trumpista», ha sentenciado Chaguaceda. En la última Cumbre, celebrada en Lima en 2018, el entonces presidente Donald Trump decidió no viajar a última hora para supervisar «eventos mundiales» desde la Casa Blanca.
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